Lo que comemos, con qué frecuencia y cuánto lo hacemos va a influir no sólo nuestros estados de ánimo y bienestar físico, sino también en la calidad de nuestro sueño. Lo primero a tener en cuenta con el fin de mejorar nuestro sueño es la hora del día en que comemos. ¿Hacemos una comida grande en la noche y nos la pasamos con bocados pequeños durante el día, o seguimos un patrón de desayuno, comida y cena? Esta última es la mejor opción cuando se trata de un mejor sueño.
Tomar un buen desayuno a primera hora de la mañana tiene efectos beneficiosos que influyen en la calidad del sueño. A quien que toma su desayuno a diario le resulta más fácil comer menos durante el día y por consecuencia también evitar los alimentos picantes, grasos o salados. Estos son los tipos de alimentos que normalmente predominan en las comidas y cenas y que a menudo provocan una incapacidad para quedarse dormido. Beber mucho alcohol también hace que el sueño sea de mala calidad, pues el cuerpo se apaga para protegerse a sí mismo en lugar de caer en un estado de descanso.
Desayunar es un inductor del sueño eficaz, ya que es una "ventana metabólica" que envía al cuerpo la señal de que existe un suministro adecuado de alimentos y que puede relajarse. Naturalmente, es mucho más fácil conciliar el sueño cuando sabes que estás convencido de que estás a salvo y seguro.
Desayunar es un inductor del sueño eficaz, ya que es una "ventana metabólica" que envía al cuerpo la señal de que existe un suministro adecuado de alimentos y que puede relajarse. Naturalmente, es mucho más fácil conciliar el sueño cuando sabes que estás convencido de que estás a salvo y seguro.

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